De la Oscuridad al Honor: El Camino de Juan José Díaz
Juan José Díaz nació en Barranquilla, Colombia, fruto de una relación fugaz entre una oficial del ejército colombiano y un comandante israelí. Tras enterarse del embarazo, su padre desapareció de la vida de ellos, esperando perderlos para siempre. Su madre, fue capturada años después por una célula guerrillera que la ejecutó por supuesta colaboración extranjera. Con solo tres años, Juanjo quedó al cuidado de su abuela en el conflictivo barrio La Chinita.
En ese entorno brutal, la infancia terminó antes de comenzar. Juanjo aprendió rápido que la supervivencia requería puños firmes, lealtades compradas y silencio absoluto. A los 16 años, ya era parte activa de una pandilla local, participando en atracos armados y cobranzas para carteles menores. Su nombre comenzaba a ser temido en su zona, y eso lo convirtió en objetivo.
Cuando un robo mal ejecutado puso precio a su cabeza, su abuela —ya enferma y desesperada— activó viejos contactos en las Fuerzas Armadas. Con esfuerzo logró ubicar al padre de Juanjo, ahora residente en Miami. El hombre aceptó llevarlo, no por cariño, sino por deber:
—Una sola regla: obedeces o vuelves a Colombia en un ataúd.
La vida en Miami fue una mezcla de castigo y disciplina. Su padre lo levantaba a las cinco de la mañana para entrenamientos militares y clases privadas. Juanjo resistió, y eventualmente canalizó su furia en algo productivo. Se graduó con honores en Negocios Internacionales a los 21 años.
Durante sus estudios, trabajó como bartender en el exclusivo LIV Fontainebleau. Allí conoció a figuras del mundo nocturno, empresarios, promotores… y criminales. Aprendió a leer a la gente, a manejar la seguridad, el marketing de eventos, y a cerrar tratos tanto con estrellas como con mafiosos.
Uno de esos empresarios era Owen Watson, un inversor con ambiciones de expansión. Le propuso trasladarse a Los Santos y encargarse del Galaxy Nightclub, un proyecto que prometía ser rentable. Juanjo aceptó.
En Los Santos encontró más que un nuevo comienzo: encontró una ciudad sin ley encubierta, donde los clubs nocturnos eran centros de poder tanto legales como ilegales. Juanjo demostró ser clave para el crecimiento del Galaxy: negociaba con proveedores, calmaba disputas, mejoraba la experiencia del cliente y mantenía al club rentable incluso en tiempos de crisis.
Pero el éxito llamó atención indeseada. Bandas locales empezaron a extorsionar a los clubes, y el Galaxy no fue la excepción. Owen quería soluciones, y Juanjo sabía que el diálogo no bastaría. Necesitaba aliados. Fue entonces cuando escuchó rumores sobre los Street Bloods (STB), una pandilla organizada con presencia fuerte en barrios clave.
Juanjo no era un desconocido para ellos. Algunos miembros veteranos lo recordaban de los tiempos de La Chinita: sus métodos, su historia, sus contactos. Un par de favores hechos en Miami —cuando facilitó envíos discretos entre puertos— también pesaban en su favor. Pero eso no fue suficiente.
Para probar su lealtad, le encargaron una operación: coordinar el asalto a un cargamento de armas de una banda rival. Juanjo diseñó el plan, lo ejecutó con precisión militar, y duplicó el valor de lo robado vendiéndolo por fuera. Eso le ganó un asiento en la mesa.
Implementó sistemas para lavar dinero a través del Galaxy y otros locales nocturnos, ordenó las finanzas internas de la banda, y estableció alianzas con empresarios locales que preferían negocios “sin interferencia policial”.
La caída y el exilio
En ese tiempo conoció a Abigail, una británica encargada de relaciones públicas en un evento del Galaxy. Su historia de redención la conmovió, y él, cansado de la oscuridad, creyó en una segunda oportunidad. Se enamoraron. Cuando ella quedó embarazada de gemelos, Juanjo decidió retirarse del crimen.
Se mudaron a Inglaterra. Trabajaba como asesor remoto para Owen y se centraba en ser padre. Por un tiempo, creyó haber escapado.
Pero el pasado no se deja atrás tan fácil.
Snow, hijo del antiguo líder de los STB, heredó el mando tras una serie de conflictos internos. El declive de la banda lo llevó a investigar qué había salido mal. Todos los caminos apuntaban a una sola ausencia: Juan José Díaz. Sin él, los negocios se desmoronaban.
Snow no mandó amenazas. Fue personalmente a Inglaterra. Fotografías de Abigail, sus hijos, Owen y otros conocidos lo dejaron claro:
—Vuelves, o empiezo a tacharlos uno por uno.
Sin elección, Juanjo regresó a Los Santos. Owen, ahora dueño del Diamond Casino & Resort, le ofreció un trabajo como gerente de eventos. Era la tapadera perfecta para reinsertarse en el juego sin levantar sospechas. Desde allí, retomó sus lazos con los STB, ayudándolos a reorganizarse.
—“Volver a Los Santos era como abrir una herida que nunca sanó. Pero si para mantenerlos con vida debía arrastrarse entre las sombras, lo haría sin pensarlo.”
Pero la doble vida le costó caro. Abigail, sola y agobiada, lo engañó con un colega. Cuando Juanjo lo descubrió, no hubo gritos: hubo precisión. Congeló cuentas, ganó la custodia total y la dejó sin nada. Esa traición borró toda esperanza de una vida común.
—"Con Abigail, Juanjo aprendió que no todos los enemigos llevan un arma; algunos duermen a tu lado."
Se hundió. Volvió de lleno a la oscuridad, convencido de que el amor era un lujo que no podía permitirse.
En el casino conoció a Carmilla, una tarotista que trabajaba en eventos especiales. Su mirada lo atravesó desde el primer momento. Una noche, tras una lectura de cartas, ella le dijo:
—El pasado te sigue como una sombra, pero no eres tu dolor.
Intrigado, Juanjo comenzó a frecuentarla. Descubrió que ella también tenía un pasado oscuro: hija de un mafioso siciliano ejecutado por su propia familia, criada entre ocultismo, secretos y lealtades rotas.
A diferencia de Abigail, Carmilla no le temía a sus cicatrices.
—Ya he visto monstruos peores —le dijo una noche—. Y vos no sos uno de ellos.
No fue amor a primera vista. Fue respeto. Comprensión. Y con el tiempo, fue inevitable. Carmilla no solo lo entendía: podía caminar a su lado sin tropezar.
Juanjo sabía que debía darle algo real. Algo propio. Algo que los uniera. Y así, con el respaldo de los STB, comenzaron a planear la compra de un club nocturno para ella. Un nuevo imperio. Uno donde la oscuridad no los escondiera… sino que los hiciera brillar.
Juan José Díaz - fundador, padre de familia